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lunes, 17 de mayo de 2010

Fragmentos de "La escritura como búsqueda", de S. Kohan (continuación II)

Fórmula para poetizar un sueño

Puedes predisponerte a soñar. Dalí, por ejemplo, colocaba una notita bajo la almohada para predisponerse. Luego, puedes utilizar los materiales que han compuesto tu sueño o no, el hecho de rescatar los sueños ya es beneficioso. Pero si quieres aprovechar los materiales de los que un sueño te provee, debes desmontarlo de la siguiente manera:

    . Anota el sueño en cuanto te despiertas. Sin detenerte a pensar, escribe todo lo
      que recuerdes.

    . No lo leas inmediatamente.

    . Unas horas después, trata de apuntarlo tal como lo recuerdes o apunta lo que ya
      no recuerdas, inventa lo que podría haber sido.

    . Después de un tiempo relee todo y separa:
    a) las partes elementales que lo componen,
    b) los fragmentos o los elementos que más te atraen.
    Estos materiales diferenciados te permitirán pasar del sueño a un posible cuento producido por la selección y combinación de sus elementos.

¿Concentrarse en casa o en el bar?

Hay quienes se distraen en los lugares abiertos, un mínimo de brisa les impide la concentración. A otros les pasa lo contrario.
    Para escribir, y sobre todo en este proceso previo al texto, debes aprender a conocerte, respetar tus necesidades y evitar la incomodidad. Si prefieres el interior de una casa, es apropiado tener un rincón confotable y pasarte horas en él. Pero es conveniente que no descartes el movimiento. Mover el cuerpo agiliza también las ideas. Tanto hacer gimnasia como salir a caminar pueden ser ejercicios muy beneficiosos. Es muy probable que aquella idea que se negaba a perfilarse asome durante el movimiento o el cambio de espacio.
    Escribir en los bares ha sido frecuente en muchos escritores como Ernest Hemingway, Simone de Beauvoir o James Joyce.
    Romper la rutina es el secreto. Escribir en un bar puede facilitarte la concentración al ofrecerte un entorno distinto al habitual, así como Mozart le pedía a su juer que le leyera novelas y mientras tanto podía componer.
    ¿Y por qué no en un hotel? Los ejemplos cunden. Ian Fleming, que asegura que es muy holgazán, dice: "Mi corazón se encoge al contemplar las doscientas o trescientas hojas de papel en blanco que debo llenar para producir un libro de sesenta mil palabras más o menos bien seleccionadas. Me atrevo a recomendar ampliamente cuartos de hotel, como una forma de alejamiento de la vida cotidiana tanto como sea posible. El anonimato en este tipo de ambientes apagados y la ausencia de amigos y distracciones en estos extraños locales pueden crear ese vacío que podría forzarlo a ese estado de ánimo que puede llevarlo a escribir con diligencia y aplicación.
    "Lo siguiente en importancia es mantenerse en una estricta rutina, y cuando digo estricta me refiero exactamente a eso. Yo escribo cerca de tres horas por la mañana, aproximadamente de nueve a doce, y luego otra hora entre seis y siete de la tarde. Luego de esto me recompenso numerando las páginas y guardándolas en un archivador".

El cuerpo, valla y trampolín

A la hora de escribir, tu cuerpo ejerce papeles contradictorios y alternativos: es una valla y un trampolín. Te sabotea o te facilita la percepción del mundo.
    Como valla, dice Stephen Spender en su ensayo La confección de un poema: "Siempre hay una ligera tendencia del cuerpo a sabotear la atención de la mente proporcionando alguna distracción. Si esta necesidad de distracción puede ser dirigida en una dirección (como el olor de las manzanas podridas o el sabor del tabaco o el té), entonces las otras distracciones son eliminadas. Otra posible explicación es que el esfuerzo concentrado que supone escribir poesía es una actividad espiritual que hace que se olvide completamente, por el momento, que se tiene un cuerpo. Es una perturbación del equilibrio del cuerpo y de la mente, y por ese motivo se necesita una suerte de ancla de sensación en el mundo físico".
    Es así que Benjamin Franklin, Edmond Rostand y otros escribían durante sus baños de inmersión en la bañera.
    Como trampolín, la escritura no sólo pone en marcha la memoria y la imaginación. Escribir exalta. Leer lo escrito, cuando lo consideramos acabado, se convierte en un nuevo activador y estamos ávidos de leérselo a alguien para comprobar el placer o el displacer del lector.

Detecta qué mecanismo físico te resulta más beneficioso cuando interrumpes momentáneamente tu tarea creativa.
  

Consejos prácticos

Entre los principales aspectos que agilizan tu práctica, destacan los siguientes:

1. Adecuar la libreta.

Escribe en la primera página de tu libreta la fecha (acostúmbrate a fechar tus trabajos: te permitirá reconocer en qué momento de tu vida escribiste un tipo de historia, un poema, un trozo más lírico o menos y el reconocimiento será un aporte más para tu ser creativo).

Separa la libreta en dos partes. Utiliza la segunda mitad para apuntar el análisis y las fantasías que la lectura de tus escritores favoritos te ofrezcan. Podrás descubrir qué temas te impresionan en mayor proporción.

2. Retomar elementos literarios existentes.

Toma como personajes a personas de tu entorno. Para particularizarlos, te conviene alejarte del referente real. Un buen artilugio es buscar lo que necesitas en tus lecturas más motivadoras y completarlos.

Recordaba bastante bien las caras y (aunque de esto no estoy ahora totalmente seguro) los nombres de los tres componentes de la orquesta: Anselmo, el arpista viejo y ciego; el joven Alejandro, guitarrista y cantor, y Bolas, el musculoso tocador del bombo y los platillos. Conservé esas caras y nombres en la novela pero tuve que añadir a esas elusivas siluetas unas biografías repletas de anécdotas. El joven Alejandro tenía nombre y rasgos románticos: le inventé una historia de amor sensiblera, como las que cuentan los valses que él cantaba. El físico imponente del Bolas me sugirió de inmediato a un personaje clásico convencional: el gigante de corazón tierno y bondadoso, como el Porthos de Los tres mosqueteros o el Lotario de Mandrake el mago. En Anselmo resucité un personaje caro a todo entusiasta de novelas de caballerías y de películas de aventuras (sobre todo westerns): el forastero que llega a una ciudad y la conquista. Siempre había tenido debilidad por los melodramas mexicanos; para humanizar un poco al "desconocido solitario", añadí a la historia de Anselmo un episodio sentimental resueltamente truculento. Para ello aproveché el recuerdo de una novela de Paul Bowles, El cielo protector.
                    MARIO VARGAS LLOSA, Historia secreta de una novela

3. Recurrir al correo electrónico.

El e-mail te evidencia la capacidad para llegar a tu interlocutor (que es tu lector también).
    Te atrae alguien a quien apenas conoces y se lo cuentas a un amigo. Invitas, propones, citas, aconsejas, respondes, planteas, escribes un mensaje que podría ser un escrito vívido, atrapante, emotivo, singular.
    Precisamente, escribir una carta imaginaria a una persona cercana o lejana, puede ser un mecanismo que te demuestre lo bien que te mueves con la palabra escrita y te estimule.
    El correo electrónico es heredero de la carta postal. De hecho, numerosos escritores han dejado testimonio en sus cartas de lo fructífera que puede resultar esta vía. Buenos ejemplos son la correspondencia entre Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, entre Kafka y Milena o entre Frederic Chopin y George Sand.

A continuación una lista de propuestas para agilizar la práctica usando este medio con el interlocutor que prefieras:

    . Coméntale lo que piensan acerca de un hecho determinado, que hayas vivido,
      te hayan contado, hayas escuchado en la radio o leído en una revista.
    . Coméntale algo acerca de una persona conocida de los dos o sólo tuya.
    . Háblale de algún tema que sepas que a él le interesa.
    . Pídele su opinión sobre un problema o un texto tuyo.
    . Descríbele con todos los detalles la excursión que hiciste durante el fin de
      semana.


4. Explicar lo inexplicable.

¿Sientes una cierta tristeza "imposible de explicar"?
    Empieza por alguna punta. Asocia. Es posible que no puedas "explicarla". Pero todo es convertible en otra cosa que pasa a formar parte de un texto.

5. Confeccionar tu boceto de trabajo literario.

Tienes gran cantidad de ideas a las que te gustaría dar forma de novela, pero no tienes claro cómo organizarte.
    Es bueno tener clara la historia que vas a contar, aunque sólo sea a modo de pequeñas pinceladas.
    Vladimir Nabokov decía que sus personajes eran como galeotes, y que iban a donde él quería.
    Elaborar algún tipo de plan puede ser una buena idea u organizar fichas de los personajes e imaginar su aspecto. Saber dónde sucede la acción, cuáles son sus puntos más importantes, dibujar el espacio e incluso hacer un exhaustivo plano de la casa en donde vivirá el protagonista.
    Comienza por lo que ya tienes claro, aunque no se trate del primer capítulo. Durante el proceso, se aclarará el resto. En cualquier caso, empezar a escribir es la meta.

Entre el texto y tu mundo

No es poca la gente que concurre a un taller de escritura con la intención de mejorar sus cartas y al poco tiempo, en lugar de un interlocutor real se dirigen a uno inventado, en lugar de una historia real se dejan llevar por la película mental, se ponen a jugar con las palabras, se olvidan de las cartas y acaban entusiasmándose con ampliar ese universo que asoma, con la posibilidad de escribir una novela. Y en esa novela se encuentran con los grumos más personales convertidos en un hecho estético.
    Este proceso tiene doble dirección:

1. Vas desde tu vida al texto.
    Conviertes tu historia más dramática, tu anécdota más picante, un conflicto, un sentimiento, una sospecha, un deseo, en texto.

2. Vas desde el texto a tu vida íntima, a tu mundo privado.
    En cualquier caso, aprende a separarte de tu historia completa, deja volar a los personajes que, inevitablemente, tendrán un aspecto tuyo, pero sólo un aspecto.
    Lo aclara Almuden Grandes: "Es irresistible la tentación de tratarse a uno mismo como personaje. Todo lo que uno escribe procede de su propia memoria, no es un registro objetivo de la realidad, es una creación de cada uno. Seleccionamos, adornamos, eliminamos, nos apropiamos de los recuerdos de los demás y lo contamos como si fueran nuestros. Eso es lo que hace un novelista partiendo de la memoria. Ampliamos esa memoria y nos apoderamos de la vida de lo demás. Y nos lo creemos para poder contarlo. De esa manera lo trabajamos. La literatura es un espejo de la vida, pero la literatura es un reflejo oblicuo y mentiroso de la vida del escritor.

[...]

El goce de la palabra

El goce que provoca el trabajo con la palabra es inefable. Puedes plantearte tu conexión con el lenguaje desde una posición personal y no en forma arbitraria.
    ¿Por qué empleas el tipo de palabras que empleas? ¿Por qué esas frases largas y morosas o unas muy cortas? ¿Por qué el exceso de un sonido en detrimento de otros?
    Sabiendo por qué lo haces, el goce se multiplica. En James Joyce es más que evidente. Fundamenta su juego en la siguiente afirmación: "...Mis antecesores arrojaron su propia lengua para aceptar otra. Permitieron ser sometidos por un puñado de extranjeros, ¿y te imaginas tú que voy a pagar con mi propia vida y persona las deudas que aquéllos contrajeron?...".
    Esta especie de deuda simbólica con las generaciones, la despliega en los enigmas de su obra.

En Stephen el héroe escribe:
    Se las repetía a sí mismo hasta que perdían toda significación instantánea para convertirse en vocablos maravillosos.

En Ulises emplea fragmentos fuera de contexto, trozos de descripción o conversaciones captadas al vuelo en lugares públicos, trozos entresacados de discursos. Al sacarlos de su contexto, desestima su significación.
    James Joyce deforma, enlaza, hacha, anuda las palabras porque trata de liberarse del sentido vacío de esas palabras triviales (dice que a causa de su significación trivial, las palabras "le faltan el respeto") y a la vez emplea las homonimias y las homofonías para producir la mayor significación posible. Todo un desafío.

Ejemplo:

... Bloom enlazaba, desenlazaba, anudaba, desanudaba... Inundación de caliente jaleojalea lamelotodo secreto fluía para fluir afuera en música, en deseo, flujo oscuro para lamer, invasor. Tocarla, toparla, tentarla, tirarla. A tope. Poros a dilatar dilatándose. Toop. El gozo de tocar el calor el. Top. Derramar sobre compuertas chorros derramados. Inundación, chorro, flujo, chorro de gozo, latido top-top.

En Finnegans Wake, Joyce no sólo embiste contra la sintaxis y contra los elementos de su lengua. Los transgrede, los combina, les inyecta lenguas extrañas.

El lenguaje es revelador

La escritura, el lenguaje, es fundamental. Es la herramienta básica. La debes conocer a fondo y conocer también sus usos para que tu territorio luzca.
    Dice Antonio Tello: "Crear es pronunciar, decir. Crear es preguntar. Un acto del habla que, en literatura, hacemos efectivo a través de la escritura. De aquí que la escritura tenga un carácter genésico por el cual es posible dar forma y contenido a un nuevo universo y animarlo con el hálito de nuestro espíritu. Un universo en el que habitan todas las otras criaturas que somos y cuya naturaleza, si las dejamos vivir a su libre albedrío, reproduce la complejidad del individuo y del mundo que lo rodea. Por esta razón, escribir apelando a la esencialidad del lenguaje también significa poner en práctica la decisión ―la voluntad― de explorar y conocer. Es decir, de conocer y conocerse".

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