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lunes, 10 de mayo de 2010

Fragmentos de "La escritura como búsqueda", de S. Kohan (continuación)

Eludir la censura

En todos los escritores conviven el creativo y el crítico. Pero nunca son simultáneos.
    Atreverse a escribir y dejar fluir, lanzar fuera todo tipo de sensaciones e ideas a esa especie de vacío que a veces simula la página en blanco es tu meta.
    Si una idea te atrae, debes lanzarte a escribirla sin trabas de ningún tipo. Trata de detectar e intentar vencer las resistencias mentales, desde la autocensura hasta el autoengaño, que busca aliados, por ejemplo, en la supuesta falta de tiempo.
    He aquí un diálogo habitual con la gente que participa en los talleres de escritura:

    ―Me gustaría escribir, pero trabajo diez horas al día.
    ―¿Y los fines de semana?
    ―Descanso.
    ―¿Acaso escribir cansa?
    ―No, pero exige una predisposición.
    ―Sin embargo, no son pocos los escritores que lograron la fama después de escribir entre el trabajo y la cena, entre la cena y el sueño, en medio del sueño, en el trayecto hacia el trabajo. No hay excusas. Es posible que estés frenando algo que quiere asomar y te da miedo. Porque te pone en contacto con una zona intocable e intocada de tu propia historia o porque te exigiría un trabajo de análisis al que no te atreves. Piénsalo... mientras escribes.
    "Escribe al menos con absoluta libertad y franqueza una especie de diario íntimo de escritor. Al releer lo apuntado te encontrarás con un interesante material, retazos tal vez de tu futuro libro.
    ―¿Y si los resultados me resultan horribles?
    ―No te apresures. No emitas juicios de valor una vez concluido un texto, déjalo descansar, distánciate de él. Por ser la exteriorización de un deseo (el de comunicar, expresarse), y de un acto positivo (jugar, disfrutar), ya es válido. La crítica corresponde a otra etapa. Ponte un número de páginas a escribir como tope antes de someterlos a la crítica.
    "Tal vez, esa misma producción te orientará en el trabajo selectivo.
    "Así como la inspiración no viene de la nada, sino de tus vivencias, de tus experiencias, de tu estado de ánimo, son también tus vivencias, tus experiencias, tu estado de ánimo, los que te bloquean.

En lugar de dictaminar o juzgar (¿de juzgarte?) y pedir opiniones sobre tus textos, amplía tu producción.

El sindrome Bartleby

Pero también es censura no escribir. Hay escritores que se justifican manifestando que la idea de un posible relato o novela es tan perfecta que al llevarla al papel pierde todo su encanto.
    Para otros, el título es tan bueno que superaría al cuento; en conclusión, no hay necesidad de escribirlo. Rómulo Gallegos jamás llegó a escribir su novela El encendedor de faroles, por ejemplo, por esta razón.
    No desesperes, a todos les ataca en algún momento esa parálisis. Sin embargo, lo han superado. Una manera de lograrlo es escribiendo algo desvinculado totalmente del tema o del libro que te provoca esa especie de vacío.
    Es conocido el bloqueo de los escritores que han publicado una o varias obras muy exitosas. A Tom Wolfe le atacó después de su primera novela, La hoguera de las vanidades. El éxito del libro lo apabulló y tardó once años en escribir su segunda ficción larga, Todo un hombre. Uno de los casos clásicos de esta suerte de pánico lo encarna Arthur Rimbaud, genio poético autor de Una temporada en el infierno e Iluminaciones y quien a los diecinueve años se jubiló de la literatura, partió a traficar armas en África y nunca volvió a escribir poesía. Juan Rulfo publicó el volumen de cuentos El llano en llamas y la novela Pedro Páramo. Desde entonces y hasta su muerte se mantuvo en el más absoluto silencio. Él lo explicaba así: "Es que se me murió el tío Celerino, que era el que me contaba las historias". Jerome David Salinger publicó El guardián entre el centeno; Nueve cuentos; Fanny y Zooey e Izad alto esa viga, carpinteros; después, cuarenta años de silencio.
    "He pasado el exilio. He pasado la pobreza. Pero no hay nada como el bloqueo del escritor", decía José Donoso, paralizado mientras trabajaba en El obsceno pájaro de la noche. También afectó a Isabel Allende tras la muerte de su hija. "Estaba bloqueada y no me salía ni una sola frase". Lo superó después de escribir el libro testimonial Paula y el recetario erótico Afrodita. Así pudo volver a la ficción con Hija de la fortuna.
    Enrique Vila-Matas llama a la parálisis creativa "síndrome Bartleby" y toma el nombre del personaje homónimo de Herman Melville, un escribiente que vive sumido en la nada. Vila-Matas describe este pánico como una pulsión negativa que hace que ciertos creadores "no lleguen a escribir nunca; o bien escriban uno o dos libros y luego renuncien a la escritura, o bien tras poner en marcha sin problemas una obra en progreso, queden, un día, literalmente paralizados para siempre".

Sin embargo, te conviene prestar atención a la siguiente confesión de Fraz Kafka, en Mi incapacidad de escribir, con su agregado final en el que se observa su capacidad de lucha:

"Finalmente, después de cinco meses de mi vida, durante los cuales no pude escribir nada que me satisficiera, y que ningún poder podrá compensarme, aunque todos se sintieran obligados a ellos, se me ocurre la idea de volver a hablar conmigo mismo. Cada vez que realmente me formulaba una pregunta, siempre contestaba, siempre había algo que arrancar de mí, de este manojo de paja que soy desde hace cinco meses y cuyo destino parece ser encenderse en verano y consumirse antes de que los espectadores tengan tiempo de parpadear. ¡Si por lo menos pudiera sucederme eso! Y que me sucediera decenas de veces, porque ni siquiera me arrepiento de esa época desdichada. Mi estado no es la desdicha, pero tampoco es la dicha; no es ni indiferencia, ni debilidad, ni cansancio, ni otros intereses, ¿y entonces qué es? El hecho de que yo no lo sepa, se relaciona sin duda con mi incapacidad de escribir. Y a ésta creo comprenderla, aunque no sé el motivo. En efecto, todas las cosas que se me ocurren, no se me ocurren desde la raíz, sino en cierto modo desde la mitad. Que intente entonces alguien retenerlas, que intente alguien retener una hierba y aferrarse a ella, cuando esa hierba sólo crece de la mitad del tallo hacia arriba..."

15 de noviembre a las diez de la noche. No me permitiré sentirme cansado. Me zambulliré dentro de mi novela aunque me corte la cara en pedazos.

[...]

Atrapar las ideas

A muchos principiantes las ideas "se les escapan". Por no detenerse a reflexionar, se angustian y se bloquean. Padecen en lugar de gozar. Analiza los mecanismos de una idea y no tendrás este tipo de problemas. En el cerebro hay un caos, en el caos el orden son las ideas.

El germen

Muchos se preguntan en qué sitio se instala el germen de una idea. ¿En la imaginación, en la memoria o en la atención? Sin duda, en algún punto de convergencia entre las tres capacidades básicas del hombre.
    Probablemente, en todo lo que haces se oculta el germen de una idea. Tu principal trabajo consiste en descubrirlo. Algunos gérmenes son más débiles y necesitan de otros para apuntalarse y crecer juntos; generan la idea. Se suele hablar del estímulo interior que impulsa al escritor como de una voz encantadora que le susurra ideas. Pero no reconocería esa voz quien no estuviera alerta.

El material está al alcance de todos, sólo lo recibe quien se prepara para recibirlo.

La idea

Suele definirse como la representación mental de una cosa real o imaginaria. Lo que existe en el pensamiento en contraposición a la realidad. O sea, se imagina tanto lo real como lo irreal, lo que no existe.
    Imaginar lo real es, por ejemplo, recordar. Imaginamos lo que alguna vez vivimos y lo recortamos en nuestra mente, que hace las veces de una pantalla tridimensional, dándole una forma que trasladamos a l página. Al imaginar, seleccionamos.
    Imaginar lo irreal es, por ejemplo, formarse una imagen mental de lo desconocido que lo es porque no lo conocemos o porque no existe.
    Pero tanto en un caso como en el otro, las ideas se mueven. Se extienden ,se desplazan, pueden llegar a tocarse y a confundirse. En el punto de contacto se originan otras que a su vez se encontrarán con nuevas ideas debido precisamente a la movilidad de éstas.

Idear es inventar

No preconcebir las ideas. Obligarse a tener un argumento previo y completo resulta coercitivo para las ideas.
    Ideas son comienzos, son finales: son puntas. Como la punta del hilo del cual se tira y al desmontar el ovillo varían las formas impulsoras de imágenes.
    Los críticos suelen hablar de "la idea que ha querido encarnar un autor" al hablar de una obra literaria. A este respecto, le decía Goethe a un amigo: "Me preguntaban cuál es la idea que quise encarnar en Fausto, ¡como si yo mismo lo supiera y pudiese explicarlo!".
    En otra ocasión, comentó que sólo una vez había trabajado sobre una idea preconcebida, contrastando de esa manera su modo de crear con el de Schiller, del cual él mismo decía que "se dejaba dominar demasiado por la idea".
    "La imaginación es un músculo que hay que estimular cada día", contrapone Buñuel.

Dentro de la creación literaria, la invención es la primera etapa. Es el hallazgo de la punta que te conduce al tema.

Incorporar lo cotidiano

Un torrente o un manantial, el mar o el río, un cauce más o menos abundante, permiten dar cuerpo a una idea. Siempre están sostenidas por el movimiento. Una cinta de Moebius es una de las figuras que podría representarlas. Así lo escenifica Douglas R. Hofstadter en el minicuento que lleva este título, Cinta de Moebius:

Dos monjes estaban discutiendo acerca de una bandera. Uno dijo: "La bandera se está moviendo". El otro dijo: "El viento se está moviendo". Sucedió que el sexto patriarca, Zenón, pasaba justamente por ahí. Él les dijo: "Ni el viento, ni la bandera, la mente se está moviendo".

    Las ideas no provienen de la nada, sino de la conjunción de una serie de fuerzas que las impulsan. Entre ellas, prestar atención, memorizar e imaginar son facultades que funcionan enlazadas.

Prestar atención

    Concéntrate en algún elemento del mundo cotidiano. Por ejemplo, en la ventana que tienes frente a tus ojos. Presta atención al fragmento que enmarca. Puede ser un jardín en el que destaca una silla de madera azul y sobre la silla un bolso de mimbre.

Memorizar

    Evoca algo a partir de la silla o del bolso. Por ejemplo, el día que conociste a tu mejor amiga, cuando ambas os instalasteis en una cafetería cuyas sillas eran de madera azul...

De ambos pasos, prestar atención y memorizar, surgirá naturalmente el material para la imaginación.

Trata de describir un lugar que te sea muy familiar y haz una lista de todo lo que recuerdes. Ve al sitio correspondiente y comprueba cuántos elementos olvidaste en tu lista.


¿Cómo percibimos la realidad que nos rodea?

Dice la psicóloga Mónica Sorín: "Todo proceso cognoscitivo tiene una primera etapa de carácter perceptual, que constituye su cimiento. Es, pues, muy importante preguntarnos cómo percibimos. Suele decirse con frecuencia. "Miré, pero no vi"; "oí, pero no escuché"; con menos reiteración se dice (porque se tiene menos conciencia de ello) pero ocurre igualmente: "Toqué pero no sentí". Todas estas expresiones reflejan algunas características de nuestra relación perceptiva con el "exterior": se nos "escapan" muchas cosas". Añade que en ello pueden influir varios fenómenos:

    . No hemos desarrollado la capacidad de observación.

    . Hacemos una percepción selectiva, donde subrayamos algunos aspectos (los
      que más nos interesan, los que nos convienen, los que se ajustan a nuestras
      ideas o gustos) e ignoramos otros (no hay peor ciego que el que no quiere
      ver).

    . Hemos perdido la capacidad de asombro y la curiosidad sin darnos cuenta que
      el que "se las sabe todas" generalmente no sabe nada.

Aprender a ver lo que miramos, a escuchar lo que oímos, a sentir lo que tocamos. Aprender a observar "el exterior" y a registrar lo que éste produce en nosotros en términos de reflexión. Y también ―por supuesto― aprender a mirar hacia lo profundo de nuestros afectos, pues ya lo dijo Antone de Saint-Exupéry: "No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos". Aprender todo eso es vital como base para una actitud creativa.

El extrañamiento de lo real

Una variante del apartado anterior es ver algo y extrañarse ante lo que se ve, imaginarlo.
    El extrañamiento se puede encontrar en toda la obra de Tolstoi. En las últimas obras llegó a los límites de describir actos rituales con palabras de todos los días, con lo cual provocó el horror en la clase a la que pertenecía. Tolstoi dice: "Casi siempre donde hay imagen hay singularización. La imagen no es un predicado constante para sujetos variables. Su finalidad no es la de acercar a nuestra comprensión la significación que ella contiene sino la de crear una percepción particular del objeto, crear su visión y su reconocimiento".

Mentir con la visión

Una variante del extrañamiento es cambiar el sentido de lo que ves.
    Dice Dylan Thomas. "Entre las muchas mentiras de la visión están las ilusiones ópticas. En la carretera, delante del coche se forma un charco. Pero, a diferencia de lo que haría un charco real, éste se adelanta junto con nosotros. Por ser un día caluroso de verano, con una capa de aire caliente debajo de una capa de aire frío, se proyecta sobre la ruta un reflejo (del cielo). Lentamente se forma en nuestra mente la palabra "espejismo". Cuando miramos algo rojo, las lentes del ojo se ajustan de la misma forma que para ver algo verde que esté más cercano. Cuando miramos algo azul, las lentes cambian en sentido opuesto. Como resultado, las cosas azules parecen retroceder hacia el fondo, y las rojas pasar a primer plano. Las cosas rojas parecen contraerse, mientras que las azules parecen expandirse. Se piensa que las cosas azules son "frías", mientras que las cosas rosadas son "cálidas". Y como el ojo siempre está tratando de dar sentido a la vida, si encuentra una escena que le intriga, la corrige en el sentido de lo que ya conoce. Si encuentra un dibujo familiar, se aferra a él, por más inapropiado que pueda ser en el paisaje o contra ese fondo".

Intenta adivinar qué es algo que desde lejos no distingues. Antes de alcanzarlo, aprovecha lo que tu imaginación te provee como material para la ficción. Si llueve, vas por una calle y ves una forma indefinida a lo lejos, puedes suponer que es una persona conocida con impermeable blanco y un paraguas verde que se detiene a esperarte porque te ha visto desde lejos. Una luz que se enciende en lo alto de una casa podría completar tu imaginario panorama afectivo y ya tienes el inicio de un cuento, aunque al alcanzarlo, compruebes que lo que te pareció un impermeable era un muro blanqueado a la cal y el paraguas verde era el abundante macizo de flores colocadas sobre el pilar.
    Si cuentas algo y  no te lo creen, es un buen material para un relato creíble. Así lo han hecho todos los escritores de literatura fantástica. O contando la incredulidad de la gente para aliarte con el lector, como en el relato siguiente:

Hace un tiempo salí del cuarto para ir al excusado y a mitad del camino me tropecé con una araña gigante que tenía la cabeza de mujer, y que lloraba a lágrima viva. Yo me asusté muchísimo cuando la vi, pero como vi que lloraba, me dije: es una persona. Y me fui acercando poco a poco.
    ―¿Qué quieres? ―le dije yo, casi sin temblar.
    Entonces ella, moviendo todas sus patas, me dijo:
    ―¡Que mates a mis hijos! Ya hace una semana que los traigo a cuestas y me están traspasando las tripas.
    Yo miré para el lomo de la araña con cabeza de mujer y pude ver un grupo formado por arañitas de muchos tamaños que se movían sin parar y clavaban, furiosas, sus patas en la espalda de la madre, que lloraba y lloraba sin poder hacer nada. "Ven para que comas", me dijeron las arañitas y siguieron escarbando con las patas. Y como de verdad yo sentía deseos de subirme sobre la araña y empezar a comer, lo único que pude hacer, para salvarme, fue echar a correr hasta la casa y acostarme, sin haber ido al excusado, aunque ya no me hacía falta, pues se me habían ido los deseos. Pero el problema es que solamente yo vi la araña grande con cabeza de mujer. Y ahora nadie me lo quiere creer, y cuando se lo dije a mamá ella me dijo que yo estaba más loco que la abuela.

                REYNALDO ARENAS, Celestino antes del alba

Extráñate frente a lo real para aprender a imaginar e incorporar los resultados en un texto.

1 comentarios:

Celsa dijo...

Yo tengo este librito, así que lo voy a repasar, que en las relecturas siempre descubro cosas que en el primera no calaron.