La propuesta anterior de las "Yapas" está relacionada con el tema de otras entradas de hoy: la primera frase de un relato. Ya conocen ustedes la importancia de ese poderoso anzuelo que, una vez clavado en las ganas del lector, no lo suelta hasta el final del cuento. Sólo quiero recordar aquí unas palabras de Juan Bosch que a mí siempre me han estimulado, y son las que pongo en negrita en la cita que copio:
La manera natural de comenzar un cuento fue siempre el “había una vez” o “érase una vez”. Esa corta frase tenía —y tiene aún en la gente del pueblo— un valor de conjuro; ella sola bastaba a despertar el interés de los que rodeaban al relatador de cuentos. En su origen, el cuento no comenzaba con descripciones de paisajes, a menos que se tratara la presencia o la acción del protagonista; comenzaba con éste, y pintándola en actividad. Aún hoy, esa manera de comenzar es buena. El cuento debe iniciarse con el protagonista en acción, física o psicológica, pero acción; el principio no debe hallarse a mucha distancia del meollo mismo del cuento, a fin de evitar que el lector se canse.
Saber comenzar un cuento es tan importante como saber terminarlo. El cuentista serio estudia y practica sin descanso la entrada del cuento. Es en la primera fase donde está el hechizo de un buen cuento; ella determina el ritmo y la tensión de la pieza. Un cuento que comienza bien casi siempre termina bien. El autor queda comprometido consigo mismo a mantener el nivel de su creación a la altura en que la inició. Hay una sola manera de empezar un cuento con acierto: despertando de golpe el interés del lector. El antiguo “había una vez” o “érase una vez” tiene que ser suplido con algo que tenga su mismo valor de conjuro. El cuentista joven debe estudiar con detenimiento la manera en que inician sus cuentos los grandes maestros; debe leer, uno por uno, los primeros párrafos de los mejores cuentos de Maupassant, de Kipling, de Sherwood Anderson, de Quiroga, quien fue quizá el más consciente de todos ellos en lo que a la técnica del cuento se refiere.A mí me resulta particularmente estimulante el hecho de que sea el texto el que exija el compromiso: no mis ganas de escribir un buen relato, no mi necesidad de seducir al lector, no la confianza en lo que tengo para decir, sino el cuento. El compromiso es con él: si ha empezado con potencia, no puede decaer.
Creo que los dos textos que trajo Rosa a partir de la propuesta de las "Yapas" confirman el aserto, y me alegro mucho por ello.
1 comentarios:
Ni quinientas lecciones, ni dos mil cromos, ni unos cuantos recorridos.
Acabo de leer ésto, y lo he comprendido. Cuando leí la consigna, inmediatamente, y digo inmediatamente, me puse a escribir. Los escribí los dos seguidos, uno detrás de otro. La tercera propuesta no me sugirió nada. O mejor: me quedó claro que era algo de intriga, pero no me apetecía escribir nada así. Pero las otras sí. Al acabar me sorprendió que me hubiera salido así de corrido, sin pensar. Creí que las musas, ese día, en ese momento, estaban todas en el salón, rodeándome.
Ahora veo que no. ¡Eran las primeras frases! Como detonadores, no sólo de la historia, sino también del tono. (¿digo bien si digo tono?, o es otra cosa?) El tono poético de ‘pasado’ me vino dado por la primera frase.
Qué guachi, ProfeGra. Quiero más así.
Reverencias.
Publicar un comentario