Hagamos mil y más proyectos de novelas, que no rebasen de dos páginas, pero escritas con tal propiedad que toda palabra sea necesaria; escribamos cada día anécdotas, hasta que se aprenda a hallar la forma más plena, más eficaz; seamos infatigables en recoger y pintar tipos y caracteres humanos; relatemos ante todo, tan a menudo como sea posible y escuchemos los relatos con oído atento para percibir el efecto producido en los demás oyentes; viajemos como un paisajista y un pintor de costumbres; extraigamos para nuestro uso de cada ciencia aquello que, bien expuesto, produce efectos artísticos; reflexionemos, en fin, sobre los motivos de las acciones humanas, no desdeñemos indicación alguna que pueda instruirnos y coleccionemos cosas semejantes día y noche. Pasemos en este múltiple ejercicio unos diez años; pero entonces lo que se cree en el taller podrá salir a la luz pública. ¿Qué hace, por el contrario, la mayoría? No comienzan por la parte, sino por el todo. Tal vez den alguna vez en el clavo, llamarán la atención, y desde entonces darán cada vez más en herradura, por razones muy naturales. A veces, cuando la inteligencia y el carácter faltan para formar este plan de vida artística, el destino y la necesidad son los que ocupan su lugar y conducen paso a paso al futuro maestro a través de todas las exigencias de su oficio.
Friedrich Nietzsche (1844-1900), Humano, demasiado humano (1878).
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