porque parece que ya se van animando. Animándose, en las autobiografías, a una sinceridad muy literaria (precisamente la que aquí nos interesa); animándose a dejar comentarios en los textos ajenos, a permitir que se entremezclen con los propios e incluso a tomar el del compañero y, de ese, producir uno nuevo.
Quizás haya que esperar un pelín más para que esta "entrada en calor" encienda la chispa de la segunda consigna; por mi parte, seguiré poniéndole alguna ficha encima.
Recuerden: no se esfuercen por responder (aunque quien desee hacerlo no tiene por qué privarse, como hizo Rosa); empiecen por formular las preguntas. Y éstas, cuanto más simples, mejor. Si les apetece, pueden agregar, en los comentarios a esta entrada, alguna/s idea/s (por ejemplo, alguna relación de similitud: "el chocolate es parecido al barro. Podría haberse originado así"; alguna de oposición: "Al principio, las orejas de los conejos eran cortas. Les pasó algo que se las alargó.", etc.) que son las que podrían fundar cada mito.
Aquí recojo, al final, algunas de las preguntas que dejé la semana pasada y las que agregó Celsa —por cierto, hay un par de las de ella, las más sencillas, que me parecen bien interesantes—.
Pero permítanme antes una reflexión.
Cuando jugamos, lo hacemos sin garantías. Sin ninguna garantía: ni de que venceremos al contrario, ni de que conseguiremos armar el rompecabezas hasta la pieza final, ni de que no nos cansaremos antes de terminar de encolar el avión de madera balsa. Ni siquiera podemos estar seguros de que nos la pasaremos bien.
Antes de empezar, nadie nos firma nada: jugar implica resignarse a no pedir garantías.
Muchos autores han analizado la relación entre el juego y el arte —recomiendo, para quien le apetezca, la lectura de Realidad y juego, del psicoanalista Donald Winnicott (1982, Barcelona: Editorial Gedisa), quien postula que el arte surge del mismo espacio que el jugar—.
Al crear, también faltan garantías. Tal vez demos con aquella palabra que venimos buscando hace rato y tal vez no; quizás disfrutemos de la búsqueda, o la bronca porque no la cosa no sale será mayor que el poquito de placer. Puede que, al terminar de barnizar el avión, nos demos cuenta de que nos quedó chungo... o corramos a mostrárselo a papá. Frente a una hoja en blanco, nunca habrá seguridades, y esa es la única constante.
El germen de una idea, un folio aún vacío, una consigna del taller son piscinas. Jamás sabremos, antes de lanzarnos, si ahí abajo encontraremos agua.
Ya que no podemos cambiar esto, nos quedan dos opciones: optar por una actividad menos incierta que la escritura (cada capítulo de "House", aún antes de encender la tele, promete una determinada inversión y un determinado monto de disfrute, y no hay letra pequeña). Eso, o convencer a Eldeadentro de que ninguna caída mala es capaz de dejar tetrapéjica a nuestra autoestima.
Aquí va la lista:
¿Por qué los conejos tienen las orejas largas?
¿Cómo se originó el chocolate?
¿Cómo nació la primera palabra?
¿Por qué el cristal es transparente?
¿Por qué los humanos fabrican las neveras con angulos rectos cuando la naturaleza "fabrica" todos sus productos redondeados?
¿Por qué la alubia tiene forma de montera torera?
¿Por qué el plátano es curvo?
¿Por qué las peras son anchas de cadera?
¿Por qué es salado el mar?
¿Cómo se formó la arena?
¿De dónde sale al lluvia?
¿Por qué los caracoles no tienen orejas? (o patas, o cejas, o cuello...)
1 comentarios:
Me ha encantado esta entrada, Gra. Qué diferente sería el mundo si todos nos atreviéramos a jugar, en lo que sea que hagamos. Por eso necesitamos tanto la ficción, porque pone nuestra propia vida entre paréntesis.
Me apunto tu recomendación bibliográfica, tiene muy buena pinta.
Gracias.
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