Hay varios miedos que pueden bloquearnos a la hora de intentar escribir. Un amigo catalogó los suyos en una lista que comenzaba así:
a) El miedo castrante: ¿qué van a pensar mis famliares y amigos si yo llego
a publicar algo?
b) El miedo escénico: yo no estoy, de ningún modo, en el mismo nivel que tal o cual escritor
y seguía con cuatro más.
¿Qué más miedos se pueden catalogar por ahí? ¿Se animan ustedes a catalogar los suyos?
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HASTA EL 15 DE ABRIL
¡NO TE DEMORES!
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sábado, 17 de abril de 2010
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2 comentarios:
Mi problema es que no sé cuales son mis miedos. Si pudiera reconocerlos los combatiría. No paro de hacerme introspecciones, pero nada.
De todos modos creo que no escribo más porque me canso físicamente (dolor de espalda, de cabeza, de estómago…), o porque siempre escribo cuando ya no tengo nada más prioritario que hacer (y que suele coincidir con el momento en que estoy cansada para todo lo demás).
Me doy disculpas. Continuamente le estoy dando esquinazo a la escritura. ¿Por qué, si es lo que más me gusta? ¿Autocastigo? Bien. Pero, ¿por qué?, ¿por qué?, por qué?
A lo mejor es porque muy en el fondo (en el inconsciente) sé que no soy buena. Y peor aún: que nunca lo seré. Mi parte racional (que es egocéntrica) me dice que es cierto que hay gente con más talento, pero también que la hay mucho más mediocre que yo y aún así publica.
En fin…, que ahí sigo, año tras año, dándole vueltas a lo mismo.
Al final no te dije mis miedos.
¿Y si tomara Flores de Bach?
;)
Bueno, lo cierto es que la consigna tiene que ver con nombrar los miedos de uno... no las excusas :-)
No es lo mismo, en absoluto.
Repetir los pretextos (y más cuando uno es consciente de que lo son) no hace más que reforzarlos. Preguntarse por qué uno no escribe puede bloquearlo más, porque la pregunta es tan general y la respuesta puede involucrar tantísimas cuestiones de diferente jerarquía (del mundo interno y externo), que a lo mejor uno se hace un lío y ve todo oscuro.
En cambio, ponerles palabras a los miedos es algo concreto, abordable, y a la vez puede servir para aminorar un pelín su fuerza devastadora, que parece el primer paso para vencerlos (o, al menos, controlarlos mejor).
En fin, si tenés ganas, el espacio es tuyo.
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